domingo, octubre 13, 2024
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Los baños minero-medicinales de Chiclana y sus relaciones sociales

En el primer tercio del siglo XIX, estos baños se convirtieron en la segunda fuente de riqueza del municipio

En el primer tercio del siglo XIX Chiclana se proyectaba al exterior a través de sus baños minero-medicinales. Por su importancia llegaron a convertirse en la segunda fuente de riqueza del municipio, después del viñedo. Desde el 1 de junio hasta finales de octubre los baños permanecían abiertos al público. Conocido el manantial de Fuente Amarga desde el siglo XVI (1575) otros tres pozos de aguas sulfurosas fueron localizados: Brake, Naveta y Chaparral. Pero no todos tenían el caudal necesario para la industrialización de sus aguas. Solo Brake, en el centro de la villa, y Fuente Amarga en el extrarradio abrirían como establecimientos balnearios en aquel siglo. El primero con menos caudal que el segundo.

Durante muchos años ambos darían fama a la población por la calidad de sus aguas cloruradas-sódicas-sulfúricas, frías, que curaban o mejoraban determinadas afecciones y patologías: escrofulismo, linfatismo, herpetismo, enfermedades propias de la mujer –trastornos menstruales, metrorragias, metritis, etc.– reumatismo, sífilis, catarros crónicos, afecciones de la piel, vías urinarias…

Con la temporada de baños se incrementaba la vida social de la ciudad

A los baños acudían un amplio abanico social: aristocracia, clases altas, militares de alta graduación, diputados, acaudalados comerciantes y empresarios, clases medias… También la clase de tropa, familias obreras o pobres necesitadas de salud. Todos podían gozar del privilegio de tomar baños desde que en 1836 fueron declarados –Fuente Amarga y Brake– establecimientos termales de utilidad pública.

Sin embargo, las aguas chiclaneras no solo curaban y eran un modo de vida para muchos chiclaneros de la época, también tenían el atractivo del ocio que organizaba la vida social durante la temporada de baños en la villa. En torno a ella proliferaban las relaciones sociales. Unas eran simplemente comerciales; otras más personales nacían entre bañistas, acompañantes y familiares. Todo iba en función del estatus o grupo social. Los baños se habían puesto de moda en España y en Europa, incluso para aquellas personas que no tenían necesidad de ellos. Era una forma de interrelacionarse la burguesía, las clases acomodadas y familias pudientes en un ambiente relajado que invitaba al descanso, al placer de las horas tranquilas en un clima benévolo; en un paisaje agradable y en una población donde sus vecinos eran amables, cordiales y disfrutaban de una buena paz social. En el Diario de Avisos de Madrid (1878) hallamos la siguiente nota: “La concurrencia de bañista al establecimiento de aguas sulfurosas de Fuente Amarga, es muy crecida y se espera continúe hasta mediados de noviembre que termina la temporada. Entre las familias conocidas se hallan los condes de Castilleja de Guzmán, la marquesa de Esquivel, las de la Reunión, el banquero Sr. Calzada, y las de León, Lasarte, Cazo, Castone y otras muchas conocidas en las principales poblaciones de Andalucía. Hay mucha animación y se halla trabajando en el teatro la conocida actriz Sra. Civili”. A esta relación de personas importantes que tomaron los baños en Chiclana le podemos añadir: los duques de Montpensier, el contralmirante Miguel Lobo Malagamba, el diputado Rodríguez de la Borbolla y su familia, la marquesa de Montecorto, Ramón Nocedal –director del periódico “Siglo Futuro”–, la condesa de Rio Molinos o la famosa soprano italiana Rosina Penco.

A los baños acudía un amplio abanico social en busca de mejorar su salud

Así, Chiclana, durante la temporada de baños se convertía en otra villa con más vida social; más animada, más capitalina. Reflejo de ello era el nombre de una de las mejores fondas donde se hospedaban los bañistas, la “Fonda de París”, centro de reuniones familiares, literarias o políticas. Un artículo del periódico “Moda elegante” de 1867 decía así: “La pintoresca villa de Chiclana, presta también a los numerosos concurrentes a sus baños, comodidades y distracciones de todo género: además de las muchas fondas y casas amuebladas que existen en la misma para alojar a los bañistas, sin que de nada carezcan, se dan durante la temporada “reuniones” casi diarias, en medio de la más cordial franqueza y la más sincera confianza transcurren agradablemente las horas de la noche al compás de tiernas melodías de Meber o Rossini, ejecutadas al piano y no pocas veces dulcemente emitidas por voces más dulces todavía. El teatro se halla también abierto durante el verano y si a esto se añaden los paseos campestres los concurridos y diarios de la población y a los alrededores, no puede menos de mirarse a Chiclana durante su estación balneario como uno de los sitios más encantadores y “confortables” de la poética Andalucía (…) Recomendamos, pues, a nuestros lectores estos establecimientos y procuraremos tenerles al corriente de su animación, concurrencia y resultados, cuanto es permitido a la índole de nuestra publicación”.

Con estos mimbres y la calidad de sus aguas no es extraño hallar anuncios como este –1897– en El Imparcial, sobre el balneario de Brake: “No se han presentado [sus aguas] en ninguna Exposición; sólo han servido para curar enfermos desde hace setenta años”. Las de Fuente Amarga obtendrían, en 1893, una medalla de oro en la exposición nacional de minería.

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