viernes, septiembre 29, 2023
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…y el complemento virtual

Internet se ha convertido en una herramienta útil para difundir y para llegar a quien no puede acercarse hasta el Museo de Chiclana y conocer su patrimonio expositivo

De los tiempos de pandemia -ya declinantes, parece- hablábamos en nuestra última entrega. Y de ello, que para mucho da, quisiera seguir hablando hoy, al hilo de un artículo recientemente publicado y que, gracias a un compañero del Museo más puesto que yo en estas cosas de internet -cualquiera más ducho-, ha llegado a mis manos.

En éste, se habla de la progresiva disneyzación de los espacios expositivos en general y, en particular, de los Museos. Tras ello, a modo de justificación, la convicción de que, si no atosigamos con ocurrencias al visitante, éste se vuelve pasivo; el cambio de paradigma necesario y quizá urgente frente a un modelo decimonónico aún vigente pero ya desfasado. Que hasta en Disney se quedan antiguas las novedades…

El Museo de Chiclana ha sabido adaptarse a la realidad marcada por el coronavirus

Porque tampoco los dibujos son ya lo que eran. Esos miles y miles de dibujos realizados, tinta sobre papel, a mano -y luego pacientemente fotografiados y ordenadamente secuenciados para que, repasados a cierta velocidad parecieran cobrar ánima y abandonar por unos momentos el mundo exánime y yacente del folio- resultan ahora virtuales, con logros deslumbrantes que a no pocos compensan del perdido sabor añejo de aquel trabajo de amanuense que los precedió durante largos años.

Las nuevas tecnologías ayudan pero no suplen una visita a los museos

Lo normal, frente a la disyuntiva exclusiva -a que somos tan tendentes-, sería que nos gustase, con sus pros y sus contras respectivos, los unos y los otros. Pero hay una nostalgia del papel y la tinta como si de presentida batalla noble que se pierde.
La ciencia avanza que es una barbaridad. Y técnica ni les cuento, porque, poco puesto, he perdido en esto la cuenta. Pero hay que estar al día, y tiene el día también su cosa buena. Nosotros, en la coyuntura coronavírica, algo hemos intentado aprender y aprovechar. Y hemos recurrido a internet por supuesto, a lo virtual a través de las redes. A mal tiempo… aprender de los grandes. Lo bueno.

Ir a un museo es también una forma de relacionase y socializar

Hace ya un tiempo -nada que ver la pandemia en ello- me indicaron que entrase en una página de estas para que pudiera yo calibrar las dimensiones del prodigio. Lo nunca visto, me decían. Y entré, pues la curiosidad mata hasta al más indolente y perezoso gato. Se trataba de mi obra favorita del Prado: “El descendimiento” de Roger Van der Weyden. Ya verás que resolución, me animaban casi empujándome. Amplía, amplía. Y aquello iba creciendo en la pantalla, desplegándose hasta desbordarla. Sigue, me insistían. Ya verás. Mira esa lágrima. Amplíala. Más aún. Más. Y la lágrima, enorme e imparable como un universo desbocado, traspasando en su invisibilidad los márgenes del monitor, grande ya como una sandía XXL familiar. ¡Lo nunca visto! Ni por el pintor, me dije. Y les solté que para qué coño quería ver yo un lagrimón como una sandía… Me bastaba el tamaño real de la pintura original. La proporción que quiso para su obra el autor. Y tuve clarísimo que nada, absolutamente nada, puede -ni debe, salvo que no haya más remedio- sustituir a la experiencia directa ante la obra, o, mejor aún, con la obra. Y tuve claro también que igual me daba por no volver a ver lo nunca visto. Y sentí unas irreprimibles ganas de volver al Prado y ver la obra al natural y en su justa medida.

Nada puede sustituir la experiencia de contemplar una obra de arte en un museo

O sea, que muy bien estas herramientas en tanto que tales, o sea: en tanto que medios. Que nos sirven, quién lo duda, para difundir y para llegar a quien no puede llegarse por aquí. Pero que no hemos de confundir fines y medios, y que esto -como otras cosas-, que tanto ayuda complementando, no suple.

Y que hay que salir de casa , y coincidir con otros -no muchos en las actuales circunstancias- en las salas del museo. Y lo que ya sabemos: que no es lo mismo ir al cine que ver la peli en casa.

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