Por primera vez tenemos en el Museo de Chiclana unos versos manuscritos de nuestro poeta. Diez versos manuscritos de su obra «El Grumete» que son ya patrimonio de la ciudad
De la progresiva ampliación de nuestro patrimonio cultural a través de los recursos propios del Museo hablábamos en nuestra última cita, y nos centramos, al respecto, en el crecimiento exponencial de la presencia de García Gutiérrez en la Exposición Permanente del Museo. En las últimas líneas de aquellas, prometimos algo especial para estas de hoy.
Por primera vez tenemos en Chiclana, patrimonio ya de la ciudad, unos versos manuscritos de nuestro poeta. De su puño y letra teníamos ya en los fondos del Museo, pero nunca, como ahora, un texto suyo de cierta longitud; unos versos, en este caso, de su obra El Grumete.
El manuscrito procede de los libros de firmas propios del Romanticismo
El manuscrito procede, sin duda, de esos libros de firmas o visitas propios de los salones románticos, y lleva, en su reverso, un poema autógrafo de Antonio Hurtado, político y dramaturgo extremeño, célebre contemporáneo del chiclanero.
Pero volvamos la cara de esta hoja compartida que aquí -en el Museo, en Chiclana- de verdad nos interesa: diez versos manuscritos de García Gutiérrez seguidos de su firma, diez versos que, a efectos de contenido, en sí reúnen no pocos de los rasgos más propios -sus lugares más comunes- del Romanticismo.
“Yo he visto a ese muchacho
bajo una y otra zona
oyendo en torno el huracán bramar,
del trémulo velacho domar la inquieta bruma
columpiándose alegre sobre el mar.
Parece cuando avanza
y entre la bruma espesa,
de uno al otro lado se le ve saltar,
el tigre que se lanza la fugitiva presa
con su potente zarpa a desgarrar”
Nada más comenzar, ya nos planta el autor ese yo omnipresente del Romanticismo -tanto que Goethe llegó a afirmar que el buen retrato debía reflejar más al autor que al mismísimo retratado-. Testimonio directo, pues, en este texto, cosa que se sabe de primera mano y se refiere.
Esta zarzuela se estrenó el 27 de junio de 1853 en el Teatro Circo
¿Y de quién habla? De un grumete, de un muchacho corriente que, enrolado en un barco “ayuda a la tripulación en sus tareas para aprender el oficio de marinero” (RAE). O sea, el protagonista de la historia que se relata es un personaje en apariencia insignificante; un joven donnadie que, en otra época, no habría pasado de ser personaje secundario y cómico al servicio de una carcajada para la distensión del drama. Pero no es aquí el caso. El muchacho resulta personaje primero digno de admiración para este nuevo yo que repara en lo que hubiera pasado en otro tiempo inadvertido: un chico joven que se enfrenta con audacia, con alegre temeridad incluso, a las desatadas fuerzas de la naturaleza -los elementos aquello que a La Invencible vencieron-, a una Naturaleza con mayúsculas y adversa, espejo de nuestros más íntimos estados anímicos como en la Primaria de entonces se nos enseñaba: el viento huracanado; no ulula -que ya es-, sino que brama, innombrado aunque visible mar encrespado; la bruma espesa, para mayor dificultad… Y frente a ello, un muchacho, aprendiz de marinero, poniendo al mal tiempo su cara mejor, moviéndose -casi domador- rápido sobre la cubierta -como un tigre- entre el velamen que tiembla, acaso de miedo, …un miedo sobre el que el chico alegre se columpia. Casi ná.
En su reverso lleva un poema autógrafo del dramaturgo Antonio Hurtado
Junto al manuscrito -y otras piezas complementarias-, una antigua edición -Madrid, 1900 en punto- de El grumete, cuya portada recuerda que esta zarzuela, con música del Maestro Arrieta, se estrenó con gran éxito el 27 de junio de 1853 en el madrileño Teatro Circo.
La nueva Pieza del Mes.