martes, septiembre 26, 2023
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Murillo recreado

Murillo fue hace no tanto la efemérides cultural con mayúscula en España. Al hilo de aquella conmemoración y de la correspondiente visita de los componentes de Eqartis a la gran muestra que tuvo lugar, aparte otras, en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, surgió la propuesta: lanzar la mirada sobre la obra y recoger luego las redes. En éstas, como suele, lo que ven los ojos y lo que la mirada pone. Y es que las redes atrapan según lo que hay allá donde se echan y según las propiedades de las mismas.

Los componentes de Eqartis, con su profesor al frente -Eduardo Martínez- se acercaron a la obra del maestro sevillano con veneración no paralizante. Escogió cada cual la obra que a bien tuvo y… manos a la obra. A unas obras que no habían de ser copias -cosa que también ya han trabajado y de la que en un par de ocasiones nos hemos servido en el Museo (“Del Greco a Picasso. Taller de Copia” o “Ellas pintan”)-, sino lecturas personalísimas y dialógicas de las obras, interpretaciones de éstas, recreaciones artísticas en fin.

La muestra complementa la exposición sobre la pintura barroca

Así surgió “Un guiño a Murillo”, en verdad bastantes guiños, pues son unas cuarenta obras las que se ofrecen al público. Desde las más fácilmente reconocible a aquellas que remotamente remiten no tanto a las obras de Murillo en tanto que tales cuanto, ya actualizado, a su imaginario más recurrente, a su universo de referencias. Una mujer con un niña en brazos, sin más, remite, dado el contexto, a todo aquella ternura que, en el XVII, logró empatizar con el pueblo y que, otro Barroco ya, derrocó del podium a algunos de maestros precedentes hasta el incuestionados.

Murillo, cautivador ya entonces -y pese a que la popularidad de su pintura habría de volvérsele adversa andado el tiempo-, sigue cautivando. Por ejemplo, a estos pintores y pintoras -incipientes algunos, aquilatados ya otros desde la jovencísima Daniela Martínez con sus nueve años a los noventa años de Aurora Velázquez- que, cautivados por la obra de Bartolomé Esteban Murillo, la hacen suya en la propia, tan suya que hasta pueden con todo derecho regalárnosla.

Óleos, acrílicos sobre lienzo o tabla en los cuales aparecen -pintura sacra o profana que, en el sevillano, tanto monta- querubines casi “costusmizados”, Vírgenes traídas al presente, Santos ausentes que sus atributos iconográficos evocan, alcahuetas y remotas lejanías que nos miran desde las ventanas que abren los lienzos en las paredes, pillastres de siempre, belleza de lo humilde, fragmentos descontextualizados -otra cosa ya más que acertijo-, bodegones que abandonan el su discreto segundo plano reclamando la legitimidad del género.

Y no sólo óleos o acrílicos. Otros tiempos, otros conceptos, otros procedimientos. Como, a este respecto, los trabajos de Manuel Sánchez: su “Virgen de la tabla” al hilo -azul- de la popularísima Virgen de la Servilleta o los interesantes dibujos o pinturas digitales de éste y de Ana María Sanz. Murillo hoy, vamos.

Esta serie de trabajos, que no se concibió en un principio para las salas del Museo, vino como anillo al dedo para complementar la exposición temporal sobre la pintura barroca española que se inaugurçó casi a la vez que “Un guiño a Murillo” y donde la obra de éste se haya también, como no puede -ni debe- no ser ampliamente representada desde que a mediados del XIX se reivindicara el magisterio del pintor.

Ambas exposiciones se inauguraron casi a la vez. Ambas se clausurarán el mismo día. El próximo 13 de marzo.

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