Si hablamos de empanadas en Chiclana sólo un nombre puede venirnos a la cabeza y ese es el de Antonia Butrón. Una mujer que creció entre panes y olor a leña. Primero fueron sus abuelos, después le seguirían sus padres para, posteriormente, continuar ella con la tradición familiar. Cuando era pequeña no se cuestionaba si quería hacer otra cosa, tenía claro que debía ayudar en casa, eran otros tiempos y a los nueve años dejó de ir al colegio para apoyar a sus padres. Así, cuando su padre abrió la panadería en la calle La Vega, ella se levantaba a las seis de la mañana para ponerse manos a la obra. El objetivo no era otro que abrir el despacho cada mañana y ponerse al frente de la panadería.
La artesana fue descubriendo poco a poco que lo que le gustaba, y con lo que disfrutaba, era con la elaboración de los dulces. De su abuela aprendió las recetas de los rosquetes y bizcochos, y esta inquietud por el aprendizaje de nuevas formas de hacer dulces le llevó a abrir hace ya casi treinta años el obrador situado en la Calle Palmarete.
Allí nacieron las famosas empanadas de hojaldre, donde innovaba con diferentes ingredientes, hasta que dio con la estrella de la casa, la empanada de jamón, queso y dátiles, una empanada nueva, una gran apuesta que, a día de hoy, sigue teniendo muy buena acogida.Además, es a ella a quien se le atribuye el concepto de empanadería y hoy podemos encontrar varias de ellas en Cádiz e incluso en Sevilla.
Su clientela le ha sido muy fiel gracias al cariño con el que Antonia le ha tratado siempre, y es que una de sus claves es dar a probar todos sus manjares al público. Además, la máxima de Antonia Butrón ha sido siempre que todo es artesano y sus ingredientes son naturales, de primera calidad. En su trabajo encontramos una mezcla de tradición e innovación pues siempre ha querido mantener la esencia de lo que ha sido, unido a las novedades, sabor de hoy al estilo de ayer.
El nombre de Antonia Butrón trasciende a muchos lugares y es que, allá por donde va, le preguntan si es «la de las empanadas de dátiles» por lo que Antonia se siente muy orgullosa y dice que «esa es la mayor recompensa que una puede tener, ser reconocida por unos productos a los que tanto cariño les ha puesto siempre».
Ahora sus hijos han tomado su relevo y son quienes mantienen el negocio con el mismo espíritu que su madre aunque Antonia aún tiene fuerzas y ganas para acudir cuando puede a este lugar tan especial para seguir haciendo lo que tantos años atrás: amasar y dar lo mejor de ella a la ciudad de Chiclana.