JUAN MOLINA GÓMEZ
PSICÓLOGO DELEGACIÓN DE IGUALDAD
En las agendas políticas figura la conciliación como una cuestión de interés pero sin perfilarse con medidas concretas, aunque cada vez resulta más amplio el consenso en todos los partidos políticos y del conjunto de las administraciones para trabajar en ello a través de planes o programas, tales como el Pacto Local para la Conciliación de la Vida Personal , Familiar y Laboral «Conciliam» que en estos días se ha rubricado de forma solemne en nuestro municipio.
A las empresas les cuesta llegar a este asunto porque lo perciben en la mayoría de ocasiones, y más ahora en situación de crisis económica, como dificultades añadidas que repercuten directamente en el rendimiento laboral y temen que se vean afectadas en una merma en sus beneficios.
Y la ciudadanía sumida en procesos de cambios, donde la familia ya no es el cliché clásico y universal, sino que nos encontramos ante una variopinta tipología de familias, en el que sigue persistiendo un reparto desigual de los tiempos y de las tareas.
El uso del tiempo se encuentra tradicionalmente hipotecado, mal distribuido en cada persona, donde lo concentramos de forma desequilibrada: gran parte a nuestras obligaciones laborales o de trabajo no remunerado, un espacio mínimo a nuestra vida familiar y dedicamos un tiempo inexistente a cultivar nuestra vida personal.
Y eso nos hace sentirnos como personas insatisfechas.
Las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de la responsabilidad en las tareas domésticas y cuidados, lo que limita su participación plena en el mercado sociolaboral y mantiene la división sexual del trabajo.
Razones de género se añaden a esta necesidad de afrontar la conciliación como algo beneficioso vinculado al ámbito público y no al privado, inherente a nuestro desarrollo económico y que nos plantea reflexiones sobre el modelo de sociedad que queremos.
Y esto habla de futuro y de nuestro derecho a ser feliz.