A veces, detrás de una pintura, hay toda una historia. Pero muchas veces, detrás de una pintura hay otra. Otra pintura. Así ocurre en algunas obras de Agustín Segura expuestas en el Museo de Chiclana
Se habla a menudo acerca de las historias que hay tras no pocas pinturas, y mucho se ha escrito acerca de ello. Pinturas célebres -incluso no tan célebres- han sido el germen, más o menos forzado, de obras literarias de primera línea -poesía, teatro, novela- o de bestsellers arrolladores más fugaces. Las historias que hay -o que ponemos- detrás de una pintura.
En el Museo hemos hecho algo que es y no es así, pero digamos que, en cierto modo, hemos decidido mirar qué hay detrás de ciertas pinturas que el Museo de Chiclana custodia y muestra. Porque a veces, detrás de una pintura, hay toda una historia. Pero muchas veces, detrás de una pintura hay otra. Otra pintura, quiero decir.
Fue esta sospecha más que fundada -no en vano dicen que el pasado siempre vuelve- la que nos llevó a indagar -en la medida de nuestras posibilidades y en la medida en que los medios técnicos al alcance hoy de los peritos en la materia- en la obra de Agustín Segura como nunca antes -por muy otro modo de proceder- se había hecho. Fue así como surgió la última Exposición Temporal del Museo, exposición que viene a añadir conocimiento al que, gracias a otros trabajos precedentes también rigurosos, teníamos acerca de la pintura de este pintor tarifeño.
Tras el “Bodegón con perdices” de Segura, hubo un primer bodegón
El pasado vuelve , que dicen -decíamos-, y esto que es, para bien y para mal, verdad tantas veces pasa hasta con los cuadros. Un craquelado que nos descubre un luto superpuesto en un vestido originalmente de otro color, unas texturas propias del empaste de la pintura que guardan escasa relación con la imagen que hoy aparece ante los ojos de quien contempla,…
Estas texturas escasamente coincidentes con la imagen definitiva del cuadro nos puso sobre aviso. “Detrás de esta pintura, hay otra pintura”. Hasta podíamos con una luz rasante vislumbrar por dónde iban los tiros. O pasando sutilmente los dedos por la superficie pintada…, como si una suerte de braille desmintiera el relato de los ojos.
El cuadro “Tres viejas” oculta otra historia de carácter igualmente popular
Así, descubrimos que tras el “Bodegón con perdices” de Segura, hubo un primer bodegón del que apenas hoy permanece en la pintura que actualmente vemos un cesto; un cesto no desaparecido que, originariamente, aparecía rodeado de hojarasca. O que tras el interesantísimo “Tres viejas” se oculta -ya no del todo- otra historia de carácter igualmente popular y costumbrista, una pintura muy elaborada que, en un momento concreto, estimó el pintor que no merecía dar la cara. Una composición totalmente ajena -de la que nada se salvó- a la que salta a la vista. Un milagro propiciado por la tecnología -Antonio Mateo Sidón, de la Clínica ADI- y por el paciente trabajo digital que, bajo las indicaciones y supervisión de Eduardo Martínez, Manuel Sánchez. Podemos decir que, en gran medida, hemos podido ver lo invisible. Aunque no siempre ha sido posible, claro. Sirva como ejemplo de esto, la pintura que exponemos como “Rezando a San Antonio”. Resulta obvio -a ciertas luces- que detrás de esas dos muchachas ante un el fanal que contiene un pequeño San Antonio, quizá milagroso, se nos cuenta otra cosa. ¿Cuál? A saber. Complicada está la cosa. Complicada toda vez que el pintor no pintó directamente a estas muchas sobre la pintura anterior, sino que decidió cubrir esa incógnita pintura primera con una capa de blanco de plomo que hoy planta un velo insalvable a los rayos X.
Agustín Segura fue un auténtico maestro del retrato del siglo XX
Pero no sólo de radiografías va la cosa. Porque cuando decimos que detrás de las pinturas, historias aparte, hay pintura, también lo decimos en otros sentidos.
Así, esta Exposición Temporal, presenta también un riguroso estudio de pigmentos, de soportes,…
Incluso, más allá de toda esta indagación tan… física, otra que también nos habla de la pintura tras la pintura. La de los grandes maestros que subyacen, inspiradores y aleccionadores, bajo la obra de este maestro del retrato del XX que fue Agustín Segura, los ecos de su admirado Velázquez, por ejemplo.
Hay otros.