Entre las propiedades que se le han reconocido al vino están, sobre todo, la de interferir numerosos procesos íntimamente implicados en el desarrollo de aterosclerosis. Presenta también un efecto modulador del metabolismo lipídico, aumentando las HDL, disminuyendo los triglicéridos y las LDL del plasma, habiéndose probado además últimamente, un marcado efecto anticanceroso. Las virtudes del vino no terminan aquí. Su consumo moderado tiene otras propiedades, nada despreciables, como la de facilitar la digestión, activar el metabolismo de proteínas y glúcidos, estimular la secreción de jugos gástricos facilitando el proceso digestivo y además de una acción diurética tiene otra bactericida.
Pero si esta es la cara amable del vino, no debemos olvidar que fácilmente nos puede presentar la amarga y desgraciadamente en otras ocasiones la trágica. La frontera entre lo recomendado y lo perjudicial es muy corta y rápidamente pasamos al exceso con los consiguientes efectos nocivos para nuestro organismo. Lo recomendado y saludable para el vino, es de 2 copas de vino tinto o blanco al día (unos 180 ml) tomados con tranquilidad y en el curso de la comida. Para la cerveza será de una al día (1/3) y para las bebidas de alta graduación, una copa diaria (de unos 25 ml).
Lo que no ofrece la menor duda es que estos efectos saludables del vino se potencian en el contexto de una dieta también saludable como es la Dieta Mediterránea, en la que el consumo moderado de vino se complementa con la ingesta de pescados azules, aceite de oliva, frutas, verduras y hortalizas, todos alimentos con demostradas propiedades cardioprotectoras. Si importancia tiene lo que comemos, y por ello podemos afirmar que somos lo que comimos pero también bebimos, tanta o mas tiene el como lo hacemos. El consumo de vino recomendado, en el contexto de una charla agradable y alternada con la toma de pequeñas cantidades de alimento, lo que conocemos como “tapeo”, constituyen factores no solo promotores de la salud física, sino también de la salud mental y sobre todo social.
En el ámbito mediterráneo beber una copa de vino implica muchas mas cosas. El vino estimula las relaciones sociales y genera alrededor de el, un ambiente social muy gratificante. Es lo que venimos a denominar hábitos de vida mediterránea y que forma parte de una manera y estilo peculiar de vivir la vida. Nuestro estilo de vida mediterráneo gira en torno a la gastronomía e incluye una amplia gama de manifestaciones sociales en las que el vino constituye el nexo de unión y en muchas ocasiones la excusa. El vino bebido con moderación promueve relaciones agradables y relajadas, además de aportar momentos gratos en nuestras actividades diarias, sometidas en muchas ocasiones a excesivas tensiones.
Si para el corazón, lo saludable son los polifenoles, para el espíritu son las circunstancias que el beber una copa de vino acarrea. La sabiduría popular, como no, se ha hecho eco sobre estas virtudes del vino a través de nuestro refranero y en algunos de ellos se hacen afirmaciones tan sanas y saludables como el “beber y comer son cosas que hay que hacer” y cuando es “bebido con amigo sabe bien cualquier vino”, consejos que cualquier galeno no dudaría en suscribir.
ANTONIO BARBA
Catedrático de EU del Dto. de Medicina de la UCA