Una de las mejores experiencias de mi vida fue poder participar en la creación del Centro de Interpretación del Vino y la Sal. Creo que nos quedó un lugar bastante digno que recopila parte de la historia de Chiclana conservada para el conocimiento y disfrute de las generaciones presentes y venideras.
Durante el proceso de rodaje de los vídeos que se reproducen en distintas estancias del mismo, tuve oportunidad de conocer mucho del legado del vino y lo hice bien acompañado del fotógrafo/videógrafo Juan Antonio Guerrero (familia cómo no de bodegueros) y de Juan Carlos Rodríguez, alma mater de este centro.
Así, documentamos con miles de fotos y horas de metraje, todo el proceso de elaboración de los vinos de Chiclana, para lo que contactamos con quienes quisieron trasladarnos su saber sobre los caldos locales, entre ellos, cómo no, con Juan Guerra, cuarta generación de ilustres bodegueros de nuestra ciudad.
Escuchar hablar a Juan de vino, enólogo de profesión, es entender la pasión que despierta un oficio que, apoyado en la tradición, continúa hoy día echando mano de los avances tecnológicos que brinda la actualidad pero sin perder proa al saber hacer de toda la vida, respetando la sutileza de cada vino.
Ahora que la bodega de la familia Guerra cesa en su producción, me alegra saber que sus vinos, su solera y su levadura, queda en depósito de la Cooperativa del Vino, quienes mimarán sus productos reproduciendo los matices que han hecho famosa a esta prestigiosa bodega.
El legado cultural es importante, sin lugar a duda, pero mucho más que perdure el verdadero sentido de una bodega, hacer vino. Esa pasión que acompaña a Juan, la que nos guiaba durante el proceso de dar a luz un centro dedicado a dos tradiciones tan nuestras está, sin lugar a dudas, en los cooperativistas, quienes darán una digna continuidad a asuntos tan chiclaneros como es el Fino Palillo. Gracias por este acuerdo.