Ya han pasado más de cincuenta años, 53 se cumplirán en Noviembre, desde las terribles inundaciones que se produjeron en las partes mas bajas de la ciudad.
Cincuenta años también han pasado desde la inauguración del actual Puente Chico, como nos relataba, con maestría, nuestro compañero Juan Carlos Rodríguez el domingo en el Diario de Cádiz.
Más de treinta años ha cumplido la depuradora de residuales del Torno y como consecuencia ninguna cantidad de aguas sucias y fecales, tan contaminadas, se vierten directamente al cauce del río.
También, recuerdo que han pasado treinta y ocho años de aquella primera y única manifestación popular pidiendo la limpieza del río Iro. Eran tiempos en los que al río, nuestro insigne Fernando Quiñones, le llamaba con gracejo, inundado de realidad, el “rio puercachón” y el vocablo y ciudad de Chiclana estaban irremediablemente unidos al olor de lo fétido y putrefacto, por culpa del calamitoso estado de nuestro río.
Aunque colmatado, el río está vivo y entre los fangos viven numerosos crustáceos
Paradójicamente la implantación de una medida tan sanitaria y básica como supuso el dotar de “agua corriente” a las viviendas de la ciudad, que se fue acometiendo en los finales de los setenta, colaboró a contaminar y deslucir aún más el aspecto y la “salud” de las aguas de nuestro río, pues durante unos años todos los vertidos de aguas fecales, que cada vez sumaban más cantidad, eran evacuados directamente en el cauce urbano y céntrico de la ciudad, donde incluso en muchas ocasiones, y debido a la ingente cantidad de sedimentos que acarreó la gran avenida de 1965 las aguas infectas quedaban estancadas en una variedad de charcas inmundas.
Todas estas efemérides que os traigo, del próximo pasado, para comenzar este relato vienen a cuento porque la realidad al día de hoy nos revela que son mayoría los que no puedan recordar nada de aquellos tiempos, pues para poder acordarse y haber vivido aquellas tristes situaciones que comenzaron en 1965, es necesario tener cumplidos entre los 50 y 60 años.
La población actual de Chiclana suma 83.141 habitantes. Y evidentemente la suma de menores de 50 años con aquellos que llegaron de otros lugares para asentarse en nuestra ciudad y lo hicieran después de los setenta, es muy superior a los que pudimos ver, vivir y sufrir las tragicómicas calamidades de aquellos tiempos.
Hoy en día se contempla más y mejor el río, tanto por los vecinos como por los que vienen a visitarnos. El Puente Chico se transforma en muchas ocasiones en una amplia balconada para deleite de muchos.
Cuando la marea está llena, el ver el agua subir o bajar entre la espesa vegetación y el dispar colorido de sus márgenes, no solo resulta agradable sino adquiere grandiosidad y sobre todo un aire de ciudad moderna con su pasarela y la singular y elevada cercha que soporta el puente Séptimo Centenario, resulta además placentero observar el movimiento de muchos y variados peces. Al atardecer y al antojo de las nubes cubriendo el horizonte, el espectáculo llega a ser maravilloso.
En contraste cuando baja la marea y ofrece a la luz y a la vista el fondo de su cauce, la escena pasa a ser más deslucida, la basura arrojada por desconsiderados transeúntes le arrebata al cauce su natural esplendor.
La colmatación de sedimentos arrastrados por las diversas avenidas durante los más de treinta años transcurridos, desde la última limpieza mecánica que se realizó, hacen resaltar los fangos sobre las aguas, las cuales se transforman en pequeños regatos que intentan cumplir con su deber de conducir el agua al mar a través del amplio caño de Sancti-Petri.
No obstante si observamos con atención veremos que el río está colmatado pero sano, sucio pero vivo. A pesar del abandono, la vegetación crece con fuerza y vigor en su márgenes y entre los fangos viven infinidad de gusanas y pequeños crustáceos desarrollándose, e incluso pequeños peces y alevines intentan subir río arriba aunque el agua escasee.
Es el momento de contemplar la variedad y riqueza de la avifauna que se instala dentro del cauce. Existen dos extraordinarias garzas reales que se han asentado, desde hace ya algunos años, una río arriba del Puente Chico y otra río abajo del mismo. Son fáciles de observar con su aspecto soberbio y siempre expectantes en busca de algún desprevenido pececillo que atenazar con su pico, se mueven siempre dentro de un espacio reducido.
Raro es el día que no se puedan observar, además de muchísimas gaviotas, alguna cigüeña, garcetas, zarapicos, corremolinos y una gran diversidad de aves habituadas a la marisma. Incluso algunas aves que proceden del norte y vienen en temporadas, tal vez antes de atravesar el Estrecho en busca del calor africano, como las espátulas y el cormorán que les mostramos en las fotografías, todas ellas realizadas en el río Iro.
Grupos de patos han asentado sus nidos junto al Puente Azul y a veces se dan una vueltecita por el río en busca de algo que comer, casi siempre acompañados de la familia.
Podemos deducir, con cierto orgullo, que tenemos un río en el que sus aguas y su fondo carecen de contaminación, aunque nunca podremos evitar la turbidez de las mismas debido a las partículas en suspensión que llevan, procedentes de un lecho que por su naturaleza es negro y arcilloso. Pero la presencia de tantos peces y de tantas aves, nos demuestran que a pesar de aquellos años tan aciagos, hoy aquel insalubre río Iro, es un río sano y vivo.