El próximo 9 de noviembre finaliza el cierre perimetral de Andalucía decretado por la Junta de Andalucía.
Ese día, el gobierno andaluz podrá hacer varias cosas, levantar el cierre, mantenerlo o endurecer las medidas, sin descartar un confinamiento obligatorio. Por lo que se refiere a Chiclana, todo lo que suponga un endurecimiento sería una muy mala noticia, tanto para la propia sociedad chiclanera que, con esfuerzo , ha venido cumpliendo de manera mayoritaria las normas de seguridad establecidas, mascarillas, distancia de seguridad e higiene, como para los sectores productivos que, como el comercio o la hostelería, han apostado de manera unánime por adaptar sus negocios para garantizar en todo lo posible la seguridad de sus clientes. Por no hablar de los profesionales de la Sanidad que sin apenas tiempo para recuperase del cansancio acumulado durante la primera ola se enfrentan ahora a una segunda avalancha de casos.
Que a estas alturas haya que recordar e insistir en la necesidad de la responsabilidad personal para frenar los contagios y doblegar el crecimiento de la epidemia de Covid-19, sonaría a broma si no fuera porque una minoría ha decidido aprovechar los espacios de libertad que hemos ido ganando para su propio disfrute y sin pensar ni un momento en el bienestar y la salud de sus conciudadanos.
Ya no hay turistas en general no madrileños en particular a los que culpar de la situación. Los que no ayudan a frenar esta pandemia están entere nosotros. Hay que insistirles, aunque sea cansado, para que de una vez arrimen el hombro en esta lucha común contra la peor tragedia sanitaria a la que nos hemos enfrentado.
Solamente así será posible no seguir deslizándonos hacia un nuevo confinamiento que tendría unas consecuencias casi letales para la economía y la vida de los chiclaneros, de todos nosotros.