viernes, marzo 29, 2024
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Veranos de incendios en el siglo XIX

Chiclana se vio azotada por diferentes incendios durante la segunda mitad del XIX

Fuego, aire y agua forman tres elementos esenciales de la Tierra desde su formación y consecuente evolución como planeta viviente. Miles de años después del estallido del Big-Bang y cuando el australopiteco descubre el fuego en la oscura noche de los tiempos, en la más remota Prehistoria, tiene lugar uno de los momentos estelares de la Historia. Ese “gran paso de la humanidad” vino a significar un nuevo mundo y, a su vez, una nueva tarea: la del control sobre el elemento fuego porque pronto comprendieron su poder devastador sobre la naturaleza –incluido los seres humanos– que, desde entonces, mantuvieron una relación de respeto frente a él que llega hasta nuestros días.

Los fuegos en verano, sobre todo en zonas rurales o boscosas de los parques naturales, aumentan en proporción con otras épocas del año por diversos condicionantes de la naturaleza misma y las “casualidades” voluntarias e involuntarias propias de la condición humana. De todos ellos podríamos hacer una gran, pero funesta historia, una enciclopedia temática de páginas interminables. Solo de los últimos incendios producidos en España, sobre todo el de la sierra zamorana de La Culebra, o el incendio recién producido en el municipio de Los Realejos en el norte de la isla de Tenerife –cerca del parque Nacional del Teide– se han escrito páginas suficientes para comprender la magnitud de lo que hablamos.

En 1879 un incendio afectó gravemente a la zona de la dehesa de Juan Correal

Chiclana como población rural, desde su fundación hasta hace bien poco, no ha estado exenta de incendios en sus campos entre los meses de julio, agosto y septiembre. Algunos acabaron con la grana que se recolectaba de manera silvestre en las carrascas; otros arrasaron pastos, monte bajo y alto, pinares, chaparros, cultivos de trigo y cebada que aún estaban por recolectar o chozas habitadas por agricultores y estancias con ganados. Una breve aproximación al siglo XIX es suficiente para conocer lo que significó los grandes incendios en los campos de nuestro municipio. Las actas capitulares y la prensa escrita nos han dejado testimonio de ello.

En septiembre de 1890 ardieron 300 aranzadas en la zona de Campano

Así, en 1868 hallamos, en el “Diario de Avisos de Madrid”, una nota de un magistrado del distrito de Buenavista de Madrid citando a los herederos del conde del Pinar para “oír una notificación que se interesa (…) por incendio ocurrido en un pinar de la villa de Chiclana”. En el año de 1879 –actas capitulares– una petición a través de un oficio del juez de primera instancia de Chiclana leído en cabildo después de producirse un incendio decía que afectó: “(…) a importantes extensiones de tierra, sobre todo en la dehesa de Juan Correal”. Y pedía se nombrase “una comisión especial para conocer lo ocurrido y la dimensión de éste, poniendo al frente de la misma al maestro de obras titular, al guarda rural y otras personas prácticas, además de los guardas particulares de los terrenos afectados, peones, ayudantes, caballerizas y demás medios para el reconocimiento de los mismos”. Tres años más tarde, el mismo periódico insertaba la noticia de un incendio en la dehesa de Campano, propiedad del importante hacendado jerezano Sixto Oronoz: “(…) se declaró un violento incendio que fue sofocado, después de grandes esfuerzos hechos por la Guardia Civil y labradores de las inmediaciones. Ha quedado destruida una gran parte de monte bajo”. También en Campano, en septiembre del año de 1890, siendo ya su titular el marqués de Bertemati, se produjo otro gran incendio que “devastó trescientas aranzadas de monte alto y bajo, quemándose unos diez mil pinos”, según informaba “La Correspondencia de España”.

El siglo XX tampoco estuvo exento de incendios en los años 60 y 70

El mismo periódico, el 20 de julio de 1893, publicaba una extensa nota sobre un incendio que afectó, además de nuestro término municipal, a los de Conil y Vejer: “El gobernador ha dirigido una comunicación al jefe de la guardia civil, ordenándole que toda la fuerza se dedique á extinguir el incendio, practicando gestiones para evitar estos hechos criminales. Ha pedido informes á los alcaldes (…) para que manifiesten con urgencia si el incendio se ha extinguido y si tienen noticia de que existan otros en las demarcaciones inmediatas, ó si creen que los siniestros son casuales ó intencionados, detallando las noticias y fijando el importe de los daños y la extensión de los terrenos quemados”. El mismo día otro rotativo, “El Correo Militar”, añadía: “La Guardia civil de Conil (Cádiz) ha detenido y puesto á disposición del juzgado de instrucción de Chiclana, á tres individuos presuntos autores del incendio ocurrido en aquellos términos municipales, el cual abarcó una extensión de 4.850 aranzadas de monte alto y bajo, quemando 5.200 chaparros 400 olivos, 690 acebuches y 600 colmenas. Las pérdidas ascienden á más de 190.000 pesetas”. Es solo un bosquejo porque hubo más incendios.

El siglo XX tampoco estaría exento de incendios, pues proliferarían a lo largo de la centuria, sobre todo en periodos de agitaciones sociales. Aún hoy muchos chiclaneros recordamos los grandes incendios de los años sesenta y setenta; aún recordamos aquellos malos humos, el olor a pasto y a pino quemado.

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