La situación geográfica de Chiclana, apartada de la costa pero con comunicación portuaria a través del río Iro, hacía que se diera mucha importancia a las defensas ante los posibles ataques
Chiclana de la Frontera, durante el reinado de Felipe II (1556-1598), es una pequeña villa del Ducado de Medina Sidonia que, gracias a la expansión agraria y a la pujanza de Cádiz en la Carrera de Indias, va a sufrir un significativo aumento de demográfico sobrepasando los tres mil habitantes a finales de siglo. Las distintas epidemias y el envío de vecinos a la Rebelión de las Alpujarras no impedirán ese crecimiento, todo ello gracias a esa agricultura de marcado carácter comercial (viñas y olivos), a una ganadería de consumo propio pero de vital importancia y a otros sectores económicos como la industria salinera, de la cual vemos provisiones del Duque desde 1577, concediendo a los vecinos tajos de salinas en torno al río Sancti Petri, al río del Yeso, al Estero del Leñador o al río de la Quebrada. Otras actividades económicas de relativa importancia fueron la pesca, la recolección de grana –también controlada por el Duque–, el esparto y la madera.
La situación geográfica de Chiclana, apartada de la línea costera pero con comunicación portuaria a través del río Iro, hacía que se diera mucha importancia a las defensas ante los posibles ataques extranjeros. Aunque a partir de 1570, la relación con Inglaterra empieza a deteriorarse por diferentes motivos económicos y religiosos –circunstancia que tendrá su culmen en los asaltos a Cádiz de Drake en 1587 y del conde de Essex en 1596–, la preocupación de los habitantes de Chiclana en el último tercio de siglo viene de la piratería, tal y como vemos en la documentación que se conserva en el Archivo Histórico Municipal.
Aunque la primera referencia que se conserva en dicho Archivo data del 21 de agosto de 1551, en la que se cita las guardas del mar y las exenciones de la misma al clero y a los arcabuceros –en Medina Sidonia y Vejer ya las disfrutaban–, no será hasta junio de 1566 cuando se nos presente en las Actas Capitulares un avistamiento de treinta navíos turcos que obligan a guardar la playa y las torres bajo pena prisión y multa para quien no volviera antes de que el sol estuviera en lo alto.
Las Actas Capitulares de 1566 recogen un avistamiento de treinta navíos turcos
Ese mismo año, el 27 de octubre, dentro de la política defensiva del Rey sobre la costa y debido a los continuos avistamientos de enemigos durante el verano, se plantea la construcción de una torre en la Punta de Roche, término de Conil, “donde no hay torre alguna”, pues justificaban que en esa zona existía una cala en la parte de levante y otra en la de poniente, por donde los enemigos podían entrar y hacer daño a la Villa y a su gente. En el acta se hace hincapié además de la protección que ejercería dicha torre a los navíos y barcos de los vecinos. Para su construcción se solicitarán impuestos sobre la carne o el aceite.
Al año siguiente, en mayo, con la llegada del buen tiempo, vuelven a aparecer en las Actas Capitulares menciones tanto a la construcción de la Torre de Roche como al avistamiento de veinte navíos que vienen saqueando la costa. En este caso, se manda guardar a pie y a caballo, tanto la playa como la Torre Bermeja.
En 1568, encontramos también menciones a la construcción de la Torre de Roche en una enumeración de torres defensivas en referencia a las guardas del mar. Así, el 7 de septiembre, se cuentan las siguientes: Torre Bermeja, Torre de la Cabeza del Puerco y Torre del Castillo (de Lirio). La estacionalidad de la piratería y el saqueo lo vemos reflejado en octubre de ese mismo año en el que el Cabildo acuerda que no se guarde ya el mar de enemigos.
En 1577 aparece la primera referencia de la finalización de la Torre de Roche
Las órdenes del Duque sobre las guardas del mar y los tributos para costear las mismas son constantes en los años siguientes. Quizás lo más significativo sea la provisión leída en la Casa Torre del Cabildo –el Castillo de Lirio–, el 17 de julio de 1570, en la que manda sacar de la Villa veinte caballeros y cien arcabuceros. Alcaldes y regidores acordarán responder al Duque que, en el caso de acatar su mandato, Chiclana quedaría desamparada, a merced de cualquier incursión y razia enemiga.
En junio de 1572, se mandarán guardar la costa ante el avistamiento de trece navíos enemigos de “moros y turcos”. Y un mes más tarde, llegará un aviso de Málaga ante la cercanía de veinte navíos enemigos, por lo que se mandan hacer las acostumbradas rondas. Será en agosto cuando el peligro se vea más cercano, ya que llegan noticias de la salida de Argel de treinta navíos turcos, ante las cuales, se ordena la guarda de la Torre de la Alpuepera y la boca del río Sancti Petri, además de mandar hacer fuegos y humos desde la fortaleza de Medina Sidonia.
En 1573 se avistarán dieciocho “navíos de moros”. En 1574, se mandará la defensa de Torre Bermeja y la Torre de la Cabeza del Puerco ante los avistamientos que se van produciendo en Málaga, Fuengirola, Estepona y Tarifa, además de otros menos importantes. En 1575, se ordenará la guarda de la Torre de Alpuepera, Torre Bermeja y Torre de la Cabeza del Puerco. Y en una provisión de 31 de diciembre de ese mismo año, el Duque requerirá cuentas para terminar la torre que él mandó construir en el Cabo de Roche. Las prisas por acabar dicha torre se ven reflejadas al año siguiente, en la que son continuas las referencias para acabar las obras cuanto antes pues son constantes los avistamientos durante ese verano. El 7 de junio, por ejemplo, se divisarán “dieciséis navíos de moros”, por lo que se manda a los caballeros a pasar la noche atentos y a tocar la campana de oración si hay necesidad. Y el 11 de agosto, además de las habituales rondas nocturnas, se hace mención al protocolo existente en caso de alarma ante un posible ataque: toques “de campana del reloj y respuesta de la de Santa Ana”.
Será el 8 de marzo de 1577 cuando tengamos la primera referencia de la finalización de las obras de construcción de la Torre de Roche. En ese Acta, se pide que dicha torre que se acaba de hacer, sea mantenida por la villa de Conil, al estar en su término municipal. Asimismo, se manda guardar la Torre de Alpuepera, Torre Bermeja y la Torre de la Cabeza del Puerco, además de las peñas que están en extramuros de la Villa: Santa Ana.