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La isla de Sancti-Petri y el mal de contagio del año 1678

En las Actas Capitulares de hace 340 años se detallan los hechos sucedidos acerca de la llegada a la ciudad de un barco procedente de Málaga donde se sabía que había una epidemia de peste.

Es sobradamente conocido que la peste o mal de contagio, cuando brota y ataca descontroladamente a las personas, se convierte en una epidemia que puede ocasionar gran mortalidad. Hay numerosos trabajos científicos e históricos, que tratan de este tema, que desgraciadamente está de actualidad.

En la Antigüedad, el contagio era considerado como un castigo divino por los excesos cometidos por los pueblos, por lo que medicina y fe se entremezclaban. La misma intercesión divina la encontramos ya en época cristiana a través de novenarios a las imágenes más populares de los lugares, siendo muy común los sufragios dedicados a San Sebastián, como veremos más abajo.

La sanidad de entonces establecía tapiar las entradas y salidas de la villa

Sobre el mal de la peste en Chiclana, los datos más antiguos pertenecen a los últimos años del siglo XVI, que son escasos. Sin embargo, de las epidemias sufridas en la villa a partir del siglo XVII, existen más testimonios, sobre todo, los referidos a las epidemias de los años 1648-1651, y la sufrida entre los años 1676-1678, que es la que se describe en este artículo.

Una de las cosas que establecía la sanidad de entonces, era cerrar con tapias las calles de entrada y salida a la villa, colocando centinelas en los lugares de paso. También, a modo de salvoconducto, expedían los médicos, unos certificados sanitarios para poder transitar libremente. En el mes de julio del año 1676, llegaron noticias a la Villa sobre un mal de contagio que venía de Cartagena y la parte de Levante. Para prevenir sus efectos, el Ayuntamiento dispuso una serie de normas de obligado cumplimiento que están recogidas en el Libro de Actas Capitulares de dicho año. En el acta celebrada el día 15 de julio, en el punto dedicado a la sanidad, se determinó lo siguiente:

“Se dijo que por cuanto se han confirmado las noticias del mal de contagio en que están la ciudad de Cartagena del Levante y otros lugares, por cuyas causas todos los marineros se guardan y piden diputados de sanidad. Se acordó, se guarde esta villa no permitiendo que entre en ella persona alguna, sin que traiga testimonio de sanidad. Y que se pongan dos guardas en cada uno de los caminos y entradas de esta villa, que son los sitios de la suda, embarcadero, callejón de la Soledad, el camino de Cádiz, el que va a Conil por el Santo Cristo y el que va a Vejer (…). Que se pregone en las partes públicas de esta villa que ninguna persona natural ni forastero, no entre por otra parte que por los caminos donde estuviesen las guardias so pena de seis años de destierro de esta villa y su término. Que se les notifique a todas las personas que viven extramuros de esta villa, que no admitan persona alguna que no aporte testimonio de sanidad y den cuenta a los señores diputados. Que se guarden de las personas que están en el resbaladero por haber venido de Cartagena y Levante”.

Un total de 80 hombres fueron internados en la Isleta de Sancti-Petri

En el año 1678, se repitió la epidemia en Chiclana, estando su origen en la ciudad de Málaga. En las Actas Capitulares del año 1678 se detallan los hechos sucedidos sobre la llegada de un barco procedente de Málaga donde se sabía que había mal de contagio.
La primera carta, expedida por la sanidad de Cádiz el día veinte de octubre, dice lo siguiente: “Por diferentes cartas recibidas, confirman a este Consejo que la ciudad de Málaga, padece contagio que obligaron a esta acordar guardarse de ella y no permitir el comercio, nombrando diputados a este fin, cumpliendo con nuestra obligación demos aviso a V.M.de ello, para que en esa villa se observe lo mismo, advirtiendo que todos los vecinos de ella vayan con testimonio de salud que gozan, para que aquí se admitan, sirviéndose de avisar de lo que se ofreciere y conduzca a la buena guardia que en atención a tan peligrosa epidemia, Dios nos conserve en su Santa Guardia”.

El veinticuatro de octubre se recibió un escrito del Capitán General de la Mar Oceana y Gobernador de Andalucía, cuya transcripción es como sigue: “Con la Orden de su Majestad, y la que dio el Sr. Marqués de la Laguna, para que se alojen en la Isleta de Sancti-Petri ochenta hombres con algunos capitanes y otros oficiales que habían llegado a ella hoy de la ciudad de Málaga, que por ser de esta parte, nos da el cuidado bastante, obligándonos por lo que nos toca a tener la custodia y guardia que se requiere para así poner los medios para que sean servidos de poner en dicho término, el mismo cuidado para que por ninguna parte puedan comunicarse con nosotros, ni que los barcos de esa villa ni sus vecinos se comuniquen con ellos, conservando por este medio la salud mediante la Divina Providencia de Nuestro Señor de la que gozamos”.

La ciudad hizo una novena al Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y Santa Ana

Sobre el estado de ánimos y la situación de necesidad en la que se encontraban los confinados en el islote de Santi-Petri durante la cuarentena a la que fueron obligados a cumplir, hay un interesante escrito enviado al Cabildo de Chiclana por el Cabo de Sancti-Petri, Pedro Vázquez de la Plaza, en el que solicita alimentos para aliviar las necesidades de los aislados y evitar el asalto a los campos y huertas de Chiclana.

En el texto se explica las condiciones de aquellos hombres que seguidamente transcribimos: “Sr. Corregidor, por la noticia que la sanidad de Cádiz, participo a Vm sabrá que las cuatro compañías que llegaron a este río con ciento veinte hombres, se alojaron en la isla de Santi-Petri, los cuales por faltarles el bastimento, y no habérselo enviado del puerto, están desesperados, y han quitado unas lanchas para tomar tierra y buscar que comer. Yo he hecho con los capitanes cuanto he podido, enviándole a mi costa, algunos refrescos, con la astucia y recato que para mi mejor seguridad conviene. Y con este agasajo, los he reducido a que no molesten en tierras de Cádiz que serán socorridos el día veintinueve de este mes, pero la necesidad no les permite a los pobres tanta dilación. Bien verá Vm de tomar tierra de esta banda, los daños que se pueden seguir y los tengo engañados con buenas razones y me han dado palabra de aguardar todos. Doy aviso a Vm para que disponga lo que más acertado le pareciese en donde su guardia si se han de rechazar, ellos tienen sus mosquetes y municiones y pedreros que han quitado de una saetía, así son menester más de cincuenta hombres. Y si Vm pudiese con algún barco voluntario hacerles ese socorro para dos días, esto les dará más cuerda y segura y de menos costo. En eso Vm verá lo que mejor le conviene. Yo les he prometido enviar a los cabos refrescos, para ello lleva Pablo Correa, dineros para comprar una arroba de vino. Estimo Vm y ordene a un ministro suyo lo compre el mejor, lo envíe con la saca y siempre tendrá Vm para todo aquello que me quisiere mandar, cuya vida me de Dios. Felices años, Sancti- Petri veintinueve de Octubre de mil seiscientos setenta y ocho”.

Tres días después el Cabildo, recibió una carta de agradecimiento del Capitán General de la Mar Oceana y Gobernador de Andalucía. Posteriormente, en el año 1679, se produjo un brote de peste en la ciudad de Medina Sidonia que alcanzó a Chiclana, como indican las Actas Capitulares celebradas el día trece de noviembre de dicho año.

Por tal motivo, se hizo una novena al Santísimo Cristo de la Vera-Cruz y Santa Ana, implorando su Divina Majestad. También a San Sebastián, tal como se indica en el mismo punto que dice así: “Se acordó se haga novenario al Bendito Mártir San Sebastián y se traiga en procesión general desde su Santa Ermita a la Iglesia Mayor de esta villa, donde esté todo el tiempo de dicho novenario. Y para ello se convide al clero de esta villa y religiosos del Convento de San Agustín para que asistan a la procesión que se hará el 26 que se invitaran a todos los vecinos feligreses, para que los fieles cristianos le pidan al Divino Mártir, interceda por la salud pública de esta villa y los vecinos de Medina Sidonia y demás lugares que padecen el mal de contagio».

Para terminar, decir que transcurridos trescientos cuarenta años de los sucesos narrados, los momentos actuales nos retrotraen a aquellos años.

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